Arrancan las clases, sin barbijo para el desafío de aprender a leer y escribir
Casi 390 mil alumnos vuelven este lunes a las aulas en la Ciudad. Lo más urgente es acelerar la alfabetización en los chicos que entran a 3° grado, tras dos años de pandemia. ¿Es mejor sin tapabocas? El debate furioso entre pedagogos por la forma de enseñar.
Pocas situaciones pueden ser tan frustrantes como ver a un chico de 8 años tratar de leer de corrido en voz alta y no poder avanzar, trabarse, caer en el precipicio de la vergüenza. Ver que tampoco consigue escribir, ni construir una mínima idea sobre el cuaderno. Sin embargo, esta escena es de lo más común en las escuelas argentinas. Lo era antes de la pandemia y lo es mucho más ahora, tras dos años en que la alfabetización inicial se hizo buena parte “en forma remota”, desde una pantalla de Zoom en el mejor de los casos.
Y este será el desafío más urgente que tendrán las escuelas primarias en el país desde este lunes que vuelven a abrir sus puertas. Por primera vez en dos años, alumnos y maestros se preparan para un ciclo lectivo con cierta normalidad, que dará la oportunidad de recuperar, al menos en parte, el tiempo perdido. Especialmente a los chicos que entraron en 2020 a 1° grado, ahora pasan a 3° y la mayoría aún no puede escribir bien o leer de corrido, según cuentan los mismos docentes.
Este lunes arrancan las clases casi 390 mil alumnos de la Ciudad, 107.556 de nivel inicial y 282.091 de la primaria. También empiezan los de Mendoza. En el resto del país, el 2 de marzo.
La Ciudad comienza, además, con una particularidad. A diferencia del resto del país, las escuelas del distrito no exigirán el uso del barbijo a los alumnos de 1° hasta 3° grado. El argumento de las autoridades porteñas es que el tapabocas, a esa edad, dificulta a los chicos el proceso de alfabetización. Y que, si bien sin barbijo se pueden correr más riesgo sanitario, lo que se busca es “elegir el mejor camino tratando de generar el menor daño posible”. Hoy el menor daño posible, dicen, es apuntalar la alfabetización de los chicos.
Ahora, ¿es realmente así? ¿Qué opinan los especialistas? ¿Por qué es mejor aprender a leer y escribir sin el barbijo? ¿No habría que cambiar, además, los métodos de enseñanza de la lengua?
Los chicos no aprenden…
Precisamente la cuestión de cómo se enseña a leer y escribir en las escuelas argentinas está hoy en medio de un debate furioso entre pedagogos de dos tendencias antagónicas. Por un lado, la visión “oficial” (la que está presente en la mayoría de los diseños curriculares de los ministerios de Educación del país, la que aprenden los docentes en los profesorados y la que más se usa en las aulas) es el llamado modelo “global” o “psicogénesis de la lectura”.
Este modelo, que se hizo hegemónico en las escuelas argentinas hacia fines de los ochenta, se basa en los postulados de la pedagoga argentina Emilia Ferreiro, que a su vez se basó en las teorías del psicólogo suizo Jean Piaget.
A grandes rasgos y a riesgo de simplificar, postula que los chicos tienen la capacidad de “descubrir” solos el principio alfabético siempre que estén sumergidos en un ambiente de palabras. La tarea del docente, entonces, es acompañarlos y guiarlos para que vayan descubriendo las letras y cómo se usan. También postula que los alumnos deben hacer este proceso cada uno a su propio ritmo, por eso la alfabetización puede extenderse hasta tercer grado.
Del otro lado, crece con fuerza y tiene cada vez más presencia en los medios, un modelo completamente distinto. Propone que los chicos no descubren el alfabeto (o a lo sumo lo logran pocos), sino que hay que enseñárselo. Y esto se hace a través de un sistema de correspondencia entre los sonidos y las letras. Es decir, a los chicos hay que mostrarles en forma explícita a qué sonido le corresponde cada letra (o grafema), desde las estructuras más simples hacia las más complejas. Afirman que, de este modo, todos los chicos aprenden a leer y escribir en primer grado.
Este otro método no tiene un nombre específico: se lo suele llamar “explícito” o “estructurado”. Sus defensores afirman que es el único avalado por la evidencia científica y citan investigaciones en neurociencias que muestran que hay áreas de la corteza cerebral que se especializan en el reconocimiento de las palabras y que si se enseña en forma explícita la correspondencia entre sonidos y letras se produce ese “cableado neuronal” que permite que los alumnos aprenden más rápido a leer y también a comprenden los textos.
Entre los impulsores del método explícito está Florencia Salvarezza, quien dirige el Instituto de Neurociencias y Educación de la Fundación INECO, es especialista en Lingüística del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y profesora de la Universidad de la Ciudad. Salvarezza viene haciendo investigaciones en esta línea hace años, la última fue de 2019 en colegios de la provincia de Buenos Aires.
Para este estudio, se seleccionó unas escuelas donde usaron el método explícito y compararon los resultados con otros colegios (testigos) donde se siguió con el método global. El resultado fue que los alumnos que usaron el método explícito aprendieron mejor y más rápido a leer y escribir. El paper está en este sitio.
“El cerebro humano no está preparado para leer, sí para hablar y mirar. El objetivo es lograr en los chicos un proceso de reciclaje neuronal, es decir cambiar lo que es un cerebro lingüístico en uno lector. Y si hacés eso, en forma explícita, lográs que ellos aprendan a leer ya en primer grado. Por el contrario, si dejás que construyan el lenguaje lo que vas a lograr es que sólo lo haga un 10 o un 12%. Pero el resto no lo logra. Eso es lo que está pasando en las escuelas argentinas”, explica Salvarezza a Clarín.
La experta señala que esto afecta, sobre todo, a los chicos de sectores más vulnerables. “Cuanto más compleja es la situación social, más estructurado y metódico tiene que ser el proceso de enseñanza, porque los chicos tienen menos bagaje cultural y educativo y menos herramientas para poder aprender solos con el método global”, afirma.
Otra experta que apoya este método y últimamente es muy requerida por los medios de comunicación por su forma vehemente en que critica al método oficial, es Ana María Borzone, experta en desarrollo lingüístico y cognitivo del Conicet.
“La repercusión que estoy teniendo muestra que los docentes y los padres están desesperados. No dejan de escribirme para contarme lo que les pasa. Una madre contó que se fue de Chubut a Mendoza (donde se aplica el método explícito) para que sus hijos aprendan a leer”, le dijo Borzone a Clarín.
Borzone afirma que es la misma escuela, con el método global, la que provoca retrasos en los aprendizajes. Y afirma que prácticamente todos los países de la región que usaban este método lo están descartando. Sólo queda en México y la Argentina, afirma. El resto de los países del mundo, y especialmente los que obtienen mejores resultados en comprensión lectora en las pruebas internacionales (como Singapur, China, Corea o Finlandia) nunca lo usaron.
¿Es mismo método que se usaba antes en las escuelas argentinas y con el cual los chicos aprendían a leer sin mayores dificultades? Borzone explica que es similar, la única diferencia es que para la correspondencia antes de partía de la letra hacia el sonido y ahora es al revés: desde los sonidos se aprenden las letras.
Carolina Cuesta, especialista en didáctica de la lengua y profesora de la Universidad Pedagógica, tiene una visión diferente. Afirma que el método explícito tiene un límite que pasa por la diversidad de españoles que se hablan en el país. “Para la enseñanza y para el aula en concreto, las explicaciones del tipo universalistas no son pertinentes. Así como no lo es la idea de que todos los cerebros son iguales y hay que reiterarles el mismo sonido” dice.
Cuesta es crítica, de todos modos, de “la imposición” que hacen las autoridades ministeriales de un enfoque en particular, en este caso el global. “Más allá de los modelos, lo más importante es qué pasa en el aula y ahí quienes toman las decisiones son los docentes. A ellos esta discusión los angustia, los desalienta. Creen que tienen que tomar una posición, defender un enfoque, y eso no favorece la enseñanza”, afirma.
¿Cómo salir de esta situación de estancamiento y mejorar en lectoescritura? Para Salvarezza deben cambiarse los diseños curriculares y formarse a los docentes en una educación «basada en la evidencia»; para Borzone es necesario «que los ministerios digan por qué los chicos terminan la secundaria sin aprender»; y Cuesta pone el énfasis en que docentes y profesorados tengan autonomía y haya una formación más plural, con todos los puntos de vista.
¿Y el barbijo?
Ahora, ¿los chicos van a aprender mejor a leer y escribir sin la cara tapada? Aunque con matices, la mayoría de los expertos consultados avalan el argumento de que el barbijo efectivamente dificulta la lectoescritura.
“Para aprender los chicos se tienen que ver la boca, los movimientos de los labios. Ver la articulación y sentir el sonido de la boca. Cuando procesás el habla, procesás la señal auditiva al mismo tiempo que la articulación porque lo estás viendo”, dice Borzone quien, por otra parte, dice que le llama la atención que sea Ciudad la que se preocupa por quitar los barbijos porque es justamente uno de los distritos donde más se defiende y se usa el método global.
Cuesta tiene una visión similar. “El verse las bocas se vincula con algo antiquísimo en la alfabetización inicial respecto de lo que se llama sonorizar las letras, hacer énfasis en cada sonido. No se trata solamente del sonido sino cómo se coloca la boca, eso es fonología y fonética básica”, afirma.
A la experta de la Universidad Pedagógica también le “llama la atención” que Ciudad se preocupe liberar las caras del barbijo. “Este argumento no se correspondería con el enfoque que desde hace década busca instalar CABA en la alfabetización inicial: es decir, que no hay que hacer hincapié en la enseñanza de la relación grafema – fonema, o que enseñar la letra no tiene relevancia. Además, se superpone con criterios sanitarios, cuando estamos transitando la última etapa de la pandemia”, afirma.
Salvarezza opina diferente. Afirma que no hay ningún estudio científico, en el mundo, que diga que el barbijo afecta la alfabetización. Aunque sí está de acuerdo con que no se los exija por una cuestión que tiene que ver con la dinámica de la interacción social entre los chicos y sus docentes.
Capacitación obligatoria para docentes
En medio de este debate, el Ministerio de Educación porteño convocó a todos los docentes y directivos de las escuelas estatales a una capacitación de carácter obligatoria, de cara al ciclo lectivo que se inicia este lunes. Fue en las últimas dos semanas, pero cada docente tuvo que asistir sólo durante una semana.
Las propuestas formativas apuntaron a la recuperación de aprendizajes, en temas como alfabetización inicial, planificación anual en aulas, articulación entre niveles, inclusión de tecnologías digitales, e intervenciones docentes tempranas, entre otros, explicaron desde el gobierno porteño.
En total, fueron más de 30 mil los docentes que se estuvieron capacitando. Este año, por primera vez, también convocaron a los preceptores de las escuelas secundarias.
Nota publicada en Clarín: https://www.clarin.com/sociedad/arrancan-clases-barbijo-desafio-aprender-leer-escribir_0_pifgXSR8l3.html?code=HE2q1r2-OACMjMnal03daChePlbVQxr8Q3tXkn1iJ2uZF&state=U2lxdkV5YXBvVkZkMHBmcHo5eWtmeGM4V2V2U2tGencubEg4ZXR1TC1FRw==